¿Fortalecer o Trascender el Ego?

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   Las creencias populares en torno al “ego” son diversas y provienen de tradiciones filosóficas, espirituales y psicológicas. Abundan las personas que dicen trabajar para trascender el ego en pos del crecimiento personal, o aquellas que buscar fortalecerlo para el cumplimiento de sus metas de vida. Ambas visiones son válidas, y aunque suenan excluyentes, no lo son; vamos a ver por qué.

   El origen de la palabra Ego proviene del Latin y significa “Yo”, también relacionada a la palabra Griega “Εγώ”(Ego), donde E es Yo y Go es Tierra; es decir, hace referencia al Ser en la Tierra, a la consciencia individual enraizada.

   Basándonos en la teoría de chakras para explicar las etapas de desarrollo que están previo a la creación del ego, primero destaca el chakra raíz, la identificación con el cuerpo y la satisfacción de las necesidades básicas. En el segundo chakra, el sacro, priman la identificación con las emociones, el deseo y la unión con un otro. A medida que el ser humano crece, comienza el fortalecimiento del chakra plexo solar: la consciencia de sí mismo y el desarrollo del ego como separación del entorno para la creación de la individualidad. Se dice que si bien todos los seres humanos contamos con un ego para existir en el mundo y la sociedad, no todos logran el desarrollo de un ego fuerte y equilibrado, pues no surge de manera innata, sino que se debe trabajar a lo largo de la vida.

   Miguel es un hombre que, durante 4 años, ha sido muy exitoso y reconocido en su trabajo, su salario incrementó con los años y fue considerado un líder para sus subordinados. La empresa en la que trabajaba un día cambió de jefatura provocando masivos despidos y Miguel lamentablemente fue uno de ellos. Este hombre, tras la pérdida de su empleo se siente perdido, cae en una gran depresión que no le permite tener las fuerzas suficientes para la búsqueda de otro trabajo, permaneciendo estancado por meses… ¿Qué crees que ocurrió con Miguel?

   Muchos autores afirman que el ego surge en la primera infancia, a partir de la interacción y retroalimentación con el entorno, así como la evaluación que un@ mism@ tiene de las experiencias vividas. Desde una perspectiva psicoanalítica, el ego es la parte consciente y racional que controla el comportamiento, es quien decide qué impulsos reprimir y cuáles permitir que se muestren. Este ego toma en consideración los propios deseos pero también prioriza las demandas del exterior, los comportamientos que son socialmente aceptados. Es un centro de operaciones entre muchos mundos interiores de la persona.

   Por un lado, el ego visto como una construcción social influido por las normas, valores y expectativas de la sociedad buscará la manera de ser aceptado por lo demás, limitándose a actuar como lo hace la mayoría del núcleo familiar, social y cultural. Así, el ego es visto como una parte de la personalidad pero fragmentada y disociada, que interfiere con el desarrollo de la totalidad y la autenticidad, al ser meramente la internalización de las expectativas y demandas de los demás, un “falso yo”. Quedarse en esa zona de seguridad sin duda significa postponer y reprimir todo aquello que no cabe en lo que se espera de nosotr@s.

   Desde esta perspectiva, en una sociedad como la de hoy, donde se prioriza el “tener”, donde el adquirir y poseer se convierten en aquello por lo que trabaja el Ser Humano diariamente, la tendencia conduce a un ego alienado, desconectado de sí mismo, que deja de lado la búsqueda de la expresión auténtica y la experiencia genuina.

   Las corrientes humanistas de la psicología apuntan a que el ego es una parte importante de la personalidad que se encarga de mantener la coherencia en las percepciones, pensamientos y acciones de la persona, pero que no representa la totalidad de esta. Es la parte consciente de un sistema más amplio donde hay además aspectos inconscientes y espirituales. Desde esta perspectiva, el ego puede llevar por dos camino, uno es el de separar nuestra consciencia de aquellos aspectos negados, incómodos de procesar (”La Sombra”: recuerdos traumáticos, emociones displacenteras, atributos socialmente mal visto, etc.); o el de la unificación de estos aspectos que no son agradables del sí mismo. Este ‘espacio psíquico’ puede ser tanto una barrera para el crecimiento personal como una puerta a la realización y la conexión con dimensiones más amplias de la experiencia humana.

   Para la creación de un ego fuerte es primordial que la persona pueda integrar aquellos aspectos no visibles de la personalidad en pos de construir una identidad equilibrada y saludable. Un ego fuerte es capaz de sobrepasar las experiencias difíciles, integrar diversidad en la vida y al mismo tiempo mantener una consistencia en la personalidad.

   Podemos ver al ego como nuestro hogar, es un lugar que nos contiene, nos da espacio para crecer y cambiar, pero para que esto ocurra, debe ser un lugar flexible. Si nos identificamos con un ego rígido, por ejemplo, con un hogar que es de paja; no soportará una tormenta y se desmoronará. Aquí radica la importancia de construir un ego que cambie con nosotr@s, entendiendo que estamos en constante metamorfosis, y que nuestra personalidad se debe adaptar a diferentes situaciones para vivir en armonía.

   El auto-concepto es un término que nos habla acerca de la imagen y percepción que una persona tiene de sí misma, incluidos los valores, creencias, sentimientos y experiencias recopiladas. Este es el lineamiento desde el cual el ego va a discernir como actuar, pero también es importante que se mantenga flexible, abierto al cambio. Los seres humanos somos un todo en potencia, llevamos con nosotr@s características positivas y negativas ocultas esperando salir a la luz.

   Muchas disciplinas espirituales nos dicen que debemos trascender el ego, considerarlo algo malo, falso, limitante. El problema del ego no es que sea limitado, sino que nosotros nos dejamos limitar por él todo el tiempo. Continuando con la analogía anterior en que el ego es nuestro hogar, puede pasar que por miedo, vergüenza o culpa nos encerramos en él en vez de salir hacia el mundo a vivir aventuras. Es primordial tener un hogar, pero debe ser nuestra ancla para vivir experiencias fuera de este, no una limitación. Desde este punto de vista debemos tener un ego fuerte para poder trascenderlo, pero no al revés.

   Miguel era un hombre que se identificaba en exceso con el rol que desempeñaba en su trabajo, tanto su ego como su auto-concepto estaban netamente ligados a este lugar. No es de extrañarse que la pérdida de la posición en la que estaba se llevó consigo todo lo que Miguel había construido de sí mismo, dejándolo vacío y perdido, sin saber cómo identificarse nuevamente.

   Historias como las de Miguel son muy comunes, personas que al divorciarse se pierden a sí mismas porque sólo se veían como espos@s, o aquellas que se sienten desamparadas cuando l@s hij@s se van de la casa, ya que pierden su rol de mapadre.

 Y tú.. ¿con qué roles te identificas? ¿Puedes identificarte con atributos negativos aunque te sea incómodo? ¡Déjanos tu comentario!